15 de marzo, 2012.
Alrededor de las 16 hs de un sábado nublado con una leve brisa que acaricia decido salir a conocer un poco más el barrio, mi nuevo barrio. Me pongo las babuchas, remera, infaltables Crocs, cartera nueva negra bandolera. Es rectangular con cierre y tapa donde perfectamente entra el paraguas. Cámara de fotos y gafas. Mi primera parada es la heladeria que queda a 3 cuadras en frente al edificio de la oficina de turismo. La heladeria tiene una galeria techada en el frente donde hay varias mesitas redondas con sillas. Predomina el blanco y es de estilo europeo, en algún folleto leí que es una tradicional heladaría holandesa. Mientras voy cruzando la galeria esquivo algunas sillas y mesas y me dirijo hacía unas de las empleadas que me miraba muy sonriente. En las heladerías argentinas primero se paga y luego se pide el helado. Acá es diferente. Comienzo a decirle que quiero un helado y ella me muestra el menu –es necesario un menu?- me pregunto.
Le señalo un cucurucho con dos bolitas, es decir dos gustos, le pregunto el precio y ella responde -35,000 Rp- Eligo frutilla y chocolate y comienzo a abrir mi monedero para sacar los billetes cuando me doy cuenta que de repente estoy rodeada de tres alegres empleadas que me miran como si fuera un mono. La primer empleada me vuelve a preguntar si quiero un cucurucho y respondo si; al segundo siguiente me pregunta si quiero un cucurucho de frutilla y otro de chocolate y respond- no!- . En Indonesia estoy desarrollando la paciencia. Vuelvo a explicarle lo que quiero y me invita a sentarme en una mesita redonda. Espero dos minutos y trae un ticket que pega con cinta en la mesa, lo miro y no describe el precio del helado. Espero unos 5 minutos y otra empleada sale de una puerta trayendo en su mano mi hermoso y pequeño helado de frutilla y chocolate. El gusto otra vez me decepciona, es el helado mas triste e insipido que probe. Como un poco, me levanto y dirijo a la caja a pagar. Finalmente el valor es de 14,000 Rp. Nunca entendí a que se debió el descuento.
Sigo caminando por la misma calle que en realidad es una avenida muy transitada de motos y autos. Me detengo a tomar algunas fotos porque ya termine mi helado. Llegando a la esquina llega el momento de cruzar la calle. Es la primera vez que cruzo sola la avenida donde no hay semáforos así que tomo valor y doy el primer paso. Extiendo mi brazo izquierdo en señal de STOP parando a los autos y motos, titubeo un segundo y pienso que eso no puede suceder, tengo que cruzar con decision como hace Anna (solo que ella es grandota y yo soy chiquita). Orgullosa subo el enorme cordón de la vereda opuesta y con un saltito infantil digo –lo logré- . Sigo caminando rodeando el edificio blanco que en su frente tiene una especie de marquesina que dice: SURABAYA Sparkling. A lo lejos veo un movimiento de gente, mientras voy acercándome distingo que son chicos patinando en círculo guiados por un profesor. Me acerco a sacar algunas fotos y los pibes de seguridad me gritan – Miss, Mr – para ellos es lo mismo –Halou-
Miro hacia atrás y una vez más soy la única caminando por la vereda, porque en esta calle si hay vereda con arboles enormes que proyectan sombra. Un señor estacionó su becak a un costado y duerme con el torso apoyado en la silla y colgando sus piernas. Es una calle en T y decido girar a la izquierda. Paso por la puerta de un hospital y unas oficinas que supongo serán organismos públicos. KANTOR significa oficina. Le saco una foto a un cartel aunque no entiendo lo que dice pero tiene un gran signo de admiración. Llego a una calle con boulevard y distingo que es la calle que tome otro día para llegar a Cheng Ho (el templo musulmán-chino). Otra vez el verde de los arboles, arbustos, plantas; el color de las flores amarillas y rojas llaman mi atención. Le tomo una foto a una palmera y unos frutos que le cuelgan. Caminar por la angosta vereda comienza a dificultarse, voy zigzagueando entre la vereda y la calle como sorteando obstáculos. En las veredas hay pozos tapados con bloques de cemento pero muchos de ellos están quebrados o totalmente ausentes. Miro el agua marrón que circula por el pozo y todo el verdín que se formó alrededor.